ANTONIO ESQUINCA

En este espacio haremos un reconocimiento a un hombre que con sus consejos ayuda e invita a reflexionar a culaquier ser humano.No es lo mismo leer y saber que hacer con nuestra vida,  a  leer y nutrirse de todas las cosas buenas, pero poniendo en pràctica lo aprendido, las palabras se las lleva el viento, los hechos son los que cuentan.Este gran hombre se llama: Toño Esquinca y la Muchedumbre, en Alfa 91.3 FM.


El patrimonio cívico


La calidad de la vida cotidiana compartida sólo depende de nosotros.
En mis tiempos de pequeño aún era frecuente ver a personas que se paraban en la calle a ayudar a alguien que se había caído, ceder el asiento en el transporte público, intervenir a favor de un indefenso, alzar la voz en cosas pequeñas cuando se cometía una injusticia, organizarse como ciudadanos para que la fila avanzara más rápido, para que primero pasaran los niños, para no atrabancarse en el tránsito, para recoger basura ajena e, incluso, se saludaba en las calles.
Sintetizado, yo llamaría a todo esto conciencia de comunidad.
Era mucho más frecuente que las personas nos cuidáramos unas a otras y que la gente tuviera el valor, la integridad y el entusiasmo de hablar y manifestar lo que debía de hacerse para el bien de todos. Eso es valor cívico. Y, créanme, cuando los mexicanos actuamos en el lado consciente lo sabemos hacer MUY bien.
Es triste ver ahora cómo nos hemos dejado arrollar por la apatía, el desinterés y por estar bien sólo en nuestro pequeño mundo y, a veces, hasta ni eso.
Cuando ocurre una injusticia o un desequilibrio en el nivel micro se multiplica y cambia lo macro.
No es sólo cuestión de cambios en las costum-bres, estamos hablando de la pérdida del interés por la calidad de vida.
La apatía no llega gratis, es el reflejo de sociedades altamente estresadas, desconectadas de su creatividad y gozo, pues el interés por el cuidado propio y ajeno viene de la inspiración, el entusiasmo y el amor por la vida.
Una sociedad que se cuida a sí misma y participa de la mejora de sus espacios y de sus individuos, que promueve y requiere lugares y actividades culturales, recreativas y divertidas, habla de personas sanas y contentas.
Cuando se incrementan el valor cívico, la participación, el gusto por el bienestar y la habilidad de responder, es decir, la responsabilidad, primero con nuestro propio ser y extensivamente con la comunidad, crecemos en la madurez social que es la base para tomar elecciones más eficaces, verdaderas y adultas, donde no se requiere de una figura paternal que haga todo por nosotros.
A nivel micro sólo nosotros decidimos cómo vivir.


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